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Capítulo 4

Historias
que inspiran

‘NO PERDER

LA IDENTIDAD’

ed • 1 | 2022

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‘No perder
la identidad’

Puede ser que para la mayoría el imaginario colombiano sobre las comunidades indígenas es que son grupos alejados de la vida mestiza, difícil de encontrarlos en la ciudad. Esta es una historia de templanza, de sueños, de la fuerza individual y colectiva, de honrar el lugar del que se viene. Es la historia de una estudiante kankuama que ha enfrentado adversidades para ser profesional, pero que disfruta y agradece las oportunidades.

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Capítulo 4

Historias
que inspiran

‘NO PERDER

LA IDENTIDAD’

ed • 1 | 2022

BOGOTÁ | COLOMBIA

DIBULGACIÓN CIENTIFÍCA

ED#5 | 2021

Acá estoy con mi mamá, Aissa Zuleta, el día de mi graduación del colegio
en el 2012. Nuestro parecido no está únicamente en lo físico sino también
en otros aspectos, como el liderazgo y compromiso que tenemos al realizar cualquier actividad que nos propongamos. Me hace feliz verla feliz cuando alcanzo cada logro que me propongo.

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Juliana Margarita Estrada Zuleta tiene 25 años. Nació en Valledupar, llegó a Bogotá hace 24 años y fue criada en la capital del país, pero sus costumbres son del Valle en el norte de Colombia. Es la mayor de tres hermanas.

Durante su bachillerato disfrutó todas las materias, por lo que no sabía qué escoger para estudiar en la universidad. El semestre después de su grado de secundaria, y en medio de su afán por seguir con sus estudios, tomó la decisión de inscribirse a Ingeniería Ambiental porque se dio cuenta de su afinidad con las ciencias naturales. Así comenzó su camino profesional, aunque tuvo que aplazar varios semestres por dificultades económicas.

Gracias a la Beca Tejiendo Interculturalidades, Juliana ingresó a la Universidad del Rosario. Esta oportunidad se presentó también como un reto, pues tendría que empezar desde cero. Por eso su decisión estaba entre dos opciones: Matemáticas Aplicadas y Ciencias de la Computación o Biología. La primera, porque su mamá es licenciada en Matemáticas y Física, por esto creció viendo y estudiando estas dos ciencias y siempre le han gustado. En el caso de la Biología, lo que la cautivó fue la oferta de materias. Todo le hablaba a Juliana, quien siempre se inclinó por las ciencias naturales. “Así fue como ingresé y estoy muy emocionada porque creo que la mejor elección fue hacer ese cambio”, cuenta.

Juliana con sus hermanas: Sayarí (izq.) y Lucía. "Son extraordinarias. Gracias a la crianza de nuestros padres, son mujeres conscientes y críticas de la historia y la sociedad que nos rodea", comenta.

Lo que más le llamó la atención fueron las oportunidades y diversidad de las ramas de la Biología, aunque por la pandemia no ha podido experimentarlas. También le llama la atención la investigación en ecología, en la que ha hecho sus primeros pasos gracias al semillero en esta rama de la biología donde ha podido participar, el cual tiene una perspectiva ecosistémica, de contexto, una inquietud que le dejó pasar por Ingeniería Ambiental.

Empezó a estudiar Biología a comienzos del 2020, cuando la pandemia cambió la vida de la humanidad. Para ese momento, solo en una clase habían hecho una salida de campo, a la que no pudo asistir. Desde ahí, todas sus exploraciones han sido en casa con guía de los docentes. Su día a día consiste en vivir la biología a través del computador o con aquellos ejercicios que puede hacer en su hogar. “Desde el primer día, en la inducción, dije: ‘Voy a aprovechar esta segunda oportunidad al máximo’, y sea cual sea el trabajo, yo siempre les digo a mis compañeros que deben asombrarse, disfrutarlo y cero estrés […] Si no nos asombramos con lo que hacemos día a día, todo se vuelve muy monótono”, dice.

Por otro lado está el semillero de Educación e Innovación en Ciencias Naturales, que comenzó este año y donde investiga qué herramientas se puede aprender para innovar en la enseñanza de ciencias naturales. Realmente, el amor por la educación lo heredó de su madre y hoy no solo lo aplica en el grupo de investigación, también en las monitorias que da. “En este tiempo de mi vida, se me vienen a la cabeza los momentos en los que mi mamá nos enseñaba a sumar, restar, multiplicar y dividir con el ábaco. A mí me gustaban mucho esas clases de mi mamá”, recuerda mientras habla de su posible futuro como docente.


“DESDE EL PRIMER DÍA, EN LA INDUCCIÓN, DIJE: ‘VOY A APROVECHAR ESTA SEGUNDA OPORTUNIDAD AL MÁXIMO’, Y SEA CUAL SEA EL TRABAJO, YO SIEMPRE LES DIGO A MIS COMPAÑEROS QUE DEBEN ASOMBRARSE, DISFRUTARLO Y CERO ESTRÉS [...]".

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Capítulo 4

Historias
que inspiran

‘NO PERDER

LA IDENTIDAD’

ed • 1 | 2022

ED#5 | 2021

Me gusta explorar diversos ecosistemas. Aquí estaba explorando un bosque virgen de montaña en Manaure, Cesar, en el 2015. Gracias a experiencias como esta, me permitieron ver lo compleja y asombrosa que es cada forma de vida, lo que permitió acercarme de a poco.

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Conectar con su esencia

Cada semestre, a la universidad ingresan 25 estudiantes pertenecientes a diferentes comunidades indígenas. Para Juliana, aunque no son muchos, sí es una cantidad considerable en comparación con otras universidades, una experiencia que vivió de primera mano cuando estudiaba Ingeniería Ambiental. Su proceso tuvo dos momentos: el primero fue en el segundo semestre de 2019, cuando se postuló y, por un problema de trámite, no pudo acceder a la beca. Así que volvió a intentarlo en el primer semestre de 2020 y lo logró.

En este proceso salió a flote una de las cosas que más la conectan con su herencia ancestral: entender los procesos, que todo tiene un tiempo. Esta es una creencia que también ha reforzado con la formación recibida en casa, que no es la misma que pudo recibir en su territorio y de la que se han perdido cosas, pero que se mantiene viva a través de diferentes manifestaciones y la intimidad de su hogar.

“Mi papá y mi mamá nos han enseñado la cosmovisión de nuestro territorio. Nos hablan de qué es la Sierra, cuáles son nuestras tradiciones, nuestra cultura. Tal vez no lo hayamos podido vivir así físicamente, pero poder ir al territorio y estar en contacto me ha ayudado a conectarme con la ancestralidad y a entender que tengo ciertas tradiciones”, narra.

Estas enseñanzas las ha acompañado del tejido. Desde niña sigue esta tradición, que para los kankuamos es la exteriorización del pensamiento que permite llegar a conclusiones, un ejercicio de nacimiento de todo lo que habita el universo. Del nacimiento del universo mismo. Un ejemplo de ello es el chipire, el inicio de una mochila kankuama por excelencia, que es una tradición ancestral liderada en su mayoría por las mujeres kankuamas.

De la misma manera, Juliana ha vuelto a su territorio y conecta todo lo que ha aprendido en la ciudad. Hace un tiempo regresó a su comunidad para implementar un proyecto de adaptación al cambio climático desarrollado gracias a los estudios adelantados, que consistió en investigar cómo una comunidad indígena puede adaptar un proyecto de sostenibilidad que tenga en cuenta el desarrollo económico, social y ambiental, a propósito de su contexto.

En ese momento, como era una propuesta académica, no tuvo mayores avances; sin embargo, pudo experimentar el trabajo en comunidad desde otra perspectiva, conectarse con su pueblo de otra manera y entender que, aunque se ha formado en la ciudad, en su interior conserva su herencia indígena. “Yo digo que hay cosas que son intrínsecas. No se trata de todo el tiempo estar pensando que soy lo uno o lo otro, sino que debo unirlo. Es entender que soy esto, y que simplemente estoy adquiriendo nuevo conocimiento para seguir llenándome. En ese ‘adquirir conocimiento’ la idea es no perder tu identidad”, dice al reflexionar sobre esos dos escenarios de su vida y la importancia de no perder su esencia.

Sobre los aprendizajes que ha tenido, resalta: “Todo conocimiento, a la luz de mis ojos, es igual de valioso”, refiriéndose a la academia y al conocimiento ancestral de las comunidades indígenas. Para ella puede ser que la academia presente la información de una manera técnica y precisa, pero los mayores de varias comunidades indígenas tienen conocimiento propio igual de valioso sobre el mundo. Desde su perspectiva, se complementan.

En esa búsqueda profesional, o confirmación de su vocación, lo más difícil fue su proceso de adaptación a los estudios universitarios, porque no puede perder de vista que debe mantener en alto su promedio, no solo por ella, sino también como ejemplo para sus compañeros. Lo que más atesora en su corto recorrido en la universidad es la participación estudiantil que ha experimentado en diferentes escenarios, como EcoUR, la Tuna y ONU Rosario.

SOBRE LOS APRENDIZAJES QUE HA TENIDO, RESALTA: “TODO CONOCIMIENTO, A LA LUZ DE MIS OJOS, ES IGUAL DE VALIOSO”, REFIRIÉNDOSE A LA ACADEMIA Y AL CONOCIMIENTO ANCESTRAL DE LAS COMUNIDADES INDÍGENAS.

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Capítulo 4

Historias
que inspiran

‘NO PERDER

LA IDENTIDAD’

ed • 1 | 2022

ED#5 | 2021

Día de la presentación de los nuevos becarios (2020-1) en la sede Claustro. En la foto, Juliana con Miguel Neuta, estudiante muisca, los dos aplicaron para estudiar Biología y fueron seleccionados.

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No desconectarse

En un futuro, Juliana piensa, además de cuál será su camino profesional, si regresará o no a su territorio. En este momento de su vida dice que seguramente sí va a volver —pero no a vivir—, tal vez para llevar a cabo diferentes proyectos. Esto seguramente en Atánquez, su comunidad y una de las 12 que conforman el resguardo kankuamo en la parte media de la Sierra Nevada. Para eso, no necesariamente espera su graduación; de hecho, en este momento piensa qué proyectos podría llevar a cabo ante los cambios ambientales que experimentamos producto del cambio climático, una de las observaciones que hacen sus mayores.

Aunque Juliana está acostumbrada a la vida agitada de la ciudad y a su vida académica, cuando viaja a su comunidad para vacaciones, trata de disfrutar de la tranquilidad que ofrece la Sierra y estar en su resguardo. Cada vez que regresa es una oportunidad para volver a ver a parte de su familia que vive en la Sierra, pues otros viven en Valledupar.

A pesar de que vive en Bogotá, siempre está conectada con su esencia, que es recordada por su mamá, quien ha trabajado con comunidades indígenas desde que estaba en la universidad y por lo cual conoció a su padre. También por el apoyo que presta a la gestión de los asuntos de su comunidad aquí en la capital. Nada cambia quien es. Ella es colombiana, estudiante, mujer, hija, hermana, indígena kankuama.


Juliana Estrada recibió el reconocimiento a Mejor Tutor Par de la Facultad. Aquí con su padre, Julio Estrada, quien le ha inculcado la importancia de prepararse profesionalmente.

CAP. 4

La evolución de Antony: selección natural de liderazgo

CAP. 5

Matemáticas: derivada del amor a un legado familiar