Conectar con su esencia
Cada semestre, a la universidad ingresan 25 estudiantes pertenecientes a diferentes comunidades indígenas. Para Juliana, aunque no son muchos, sí es una cantidad considerable en comparación con otras universidades, una experiencia que vivió de primera mano cuando estudiaba Ingeniería Ambiental. Su proceso tuvo dos momentos: el primero fue en el segundo semestre de 2019, cuando se postuló y, por un problema de trámite, no pudo acceder a la beca. Así que volvió a intentarlo en el primer semestre de 2020 y lo logró.
En este proceso salió a flote una de las cosas que más la conectan con su herencia ancestral: entender los procesos, que todo tiene un tiempo. Esta es una creencia que también ha reforzado con la formación recibida en casa, que no es la misma que pudo recibir en su territorio y de la que se han perdido cosas, pero que se mantiene viva a través de diferentes manifestaciones y la intimidad de su hogar.
“Mi papá y mi mamá nos han enseñado la cosmovisión de nuestro territorio. Nos hablan de qué es la Sierra, cuáles son nuestras tradiciones, nuestra cultura. Tal vez no lo hayamos podido vivir así físicamente, pero poder ir al territorio y estar en contacto me ha ayudado a conectarme con la ancestralidad y a entender que tengo ciertas tradiciones”, narra.
Estas enseñanzas las ha acompañado del tejido. Desde niña sigue esta tradición, que para los kankuamos es la exteriorización del pensamiento que permite llegar a conclusiones, un ejercicio de nacimiento de todo lo que habita el universo. Del nacimiento del universo mismo. Un ejemplo de ello es el chipire, el inicio de una mochila kankuama por excelencia, que es una tradición ancestral liderada en su mayoría por las mujeres kankuamas.
De la misma manera, Juliana ha vuelto a su territorio y conecta todo lo que ha aprendido en la ciudad. Hace un tiempo regresó a su comunidad para implementar un proyecto de adaptación al cambio climático desarrollado gracias a los estudios adelantados, que consistió en investigar cómo una comunidad indígena puede adaptar un proyecto de sostenibilidad que tenga en cuenta el desarrollo económico, social y ambiental, a propósito de su contexto.
En ese momento, como era una propuesta académica, no tuvo mayores avances; sin embargo, pudo experimentar el trabajo en comunidad desde otra perspectiva, conectarse con su pueblo de otra manera y entender que, aunque se ha formado en la ciudad, en su interior conserva su herencia indígena. “Yo digo que hay cosas que son intrínsecas. No se trata de todo el tiempo estar pensando que soy lo uno o lo otro, sino que debo unirlo. Es entender que soy esto, y que simplemente estoy adquiriendo nuevo conocimiento para seguir llenándome. En ese ‘adquirir conocimiento’ la idea es no perder tu identidad”, dice al reflexionar sobre esos dos escenarios de su vida y la importancia de no perder su esencia.
Sobre los aprendizajes que ha tenido, resalta: “Todo conocimiento, a la luz de mis ojos, es igual de valioso”, refiriéndose a la academia y al conocimiento ancestral de las comunidades indígenas. Para ella puede ser que la academia presente la información de una manera técnica y precisa, pero los mayores de varias comunidades indígenas tienen conocimiento propio igual de valioso sobre el mundo. Desde su perspectiva, se complementan.
En esa búsqueda profesional, o confirmación de su vocación, lo más difícil fue su proceso de adaptación a los estudios universitarios, porque no puede perder de vista que debe mantener en alto su promedio, no solo por ella, sino también como ejemplo para sus compañeros. Lo que más atesora en su corto recorrido en la universidad es la participación estudiantil que ha experimentado en diferentes escenarios, como EcoUR, la Tuna y ONU Rosario.